Síntesis de la unidad I
- Concepto de cultura
En síntesis, cultura es todo
aquello, material o inmaterial (creencias, valores, comportamientos y objetos
concretos), que identifica a un determinado grupo de personas, y surgen de sus
vivencias en una determinada realidad. Dicho de otro modo, cultura es la manera
como los seres humanos desarrollamos nuestra vida y construimos el mundo o la
parte donde habitamos; por tanto, cultura es el desarrollo, intelectual o
artístico. Es la civilización misma.
- Diversidad cultural
La diversidad de culturas o diversidad
cultural se refiere al grado de variación cultural,
tanto a nivel mundial como en ciertas áreas, en las que existe interacción de
diferentes culturas coexistentes (en pocas palabras diferentes y diversas
culturas). Muchos estados y organizaciones consideran que la diversidad de
culturas es parte del patrimonio común de la humanidad y tienen políticas o
actitudes favorables a ella. Las acciones en favor de la diversidad cultural
usualmente comprenden la preservación y promoción de culturas existentes.
La diversidad cultural se manifiesta por la diversidad del lenguaje, de las creencias religiosas, de las prácticas del manejo de la tierra, en el arte, en la música, en la estructura social, en la selección de los cultivos, en la dieta y en todo número concebible de otros atributos de la sociedad humana.
3.
La cultura y su incidencia en el pensamiento y la
práctica del docente
Mejorar el aprendizaje de
los educandos para formar personas integrales y ciudadanos comprometidos
capaces de actuar en nuestra compleja sociedad, demanda variadas tareas de
parte de todos los involucrados en el sistema educativo. Sin embargo, teniendo
en cuenta que la labor docente y su intervención en el aula es el elemento que
más incidencia tiene en el desarrollo de los educandos, entre todos, el rol del
docente es hoy uno de los mayores focos de atención como gestores de un cambio
para la mejora del proceso; de ahí las diferentes intervenciones que se han
realizado a nivel de formación docente tanto en la formación inicial - con el
proceso de revisión de programas de los centros de educación superior que
ofrecen las carreras docentes, como en la formación continua con planes de
perfeccionamiento y evaluación del desempeño docente.
Son altas las
exigencias hacia el docente por realizar prácticas de enseñanza eficaces, las
que son medidas por resultados de los alumnos en pruebas estandarizadas o
evaluadas generalmente mediante la observación de las clases del docente, por
parte de algún miembro directivo del centro. Sin embargo, para que los
educandos logren desarrollar las competencias de formación que están
programadas de acuerdo al Curriculum Nacional y a lo que cada institución
declara en el Proyecto Educativo Institucional, el docente debe realizar
esfuerzos de sobre manera para dar cumplimiento a aquello en condiciones
laborales que muchas veces son adversas.
- Sentido de pertenencia a la profesión docente.
Buena parte de la
explicación de esta realidad radica en la miopía con la que se viene tratando
la profesión docente. Muchos ni siquiera aceptan que se trate de una auténtica
profesión como cualquier otra, siendo que está llena de exigencias y
complejidades mayores que las profesiones más reconocidas y respetadas. En la
visión de esta profesión sea parchada, limitada y parcial, no tendremos
resultados en la calidad de la educación. El tratamiento integral de la
profesión exige la toma de conciencia de que conforma un sistema de naturaleza
compleja, cuyos componentes se retroalimentan entre sí. Muchas investigaciones
conocedoras de las claves de esta profesión aseguran que, el gran desafío, es
aprender a administrar la complejidad de la profesión, lo que es mucho más
comprometido y menos confortable que sólo pensar o hablar de ella, y para lo
que no hay recetas ni rutas hechas.
La Profesión Docente merece articular todos esos componentes, entre los que la Formación se constituye en su centralidad. Es vital la comprensión integral que el país tenga sobre esta integralidad. La historia educativa ha fijado la atención en alguna de sus componentes sin atender el resto, lo que explica el fracaso obtenido en su tratamiento. Este cuadro sistémico comprende, entre otros, estos componentes que, a su vez, se comportan como nudos críticos: El Continuum de la Formación Docente, el Tratamiento Profesional, Reconocimiento Institucional, Reconocimiento Social, Reconocimiento Salarial y Beneficios Sociales, entre otros. Cualquier intervención en uno de ellos, sin tomar en cuenta el resto, tiene pobres resultados. La formación constituye el pivote fundamental en torno al cual giran el resto de componentes. Los esfuerzos actuales que de la Educación Básica y Media en la formación son importantes, pero reclaman sistematicidad, continuidad, seguimiento y reconocimiento. En tanto esta formación se fundamente en el desarrollo de la capacidad reflexiva, crítica y de innovación, se pueden esperar mejores resultados en el aprendizaje de los alumnos.
El reconocimiento social de la profesión representa un ángulo de gran relevancia para que el magisterio se sienta aceptado, reconocido, legitimado y respaldado. El país, con sus instituciones y organismos, aún no logra reaccionar mostrando una actitud comprometida con el fortalecimiento de esta profesión, prerrequisito fundamental para que, la lucha por la calidad se concrete. Desde la sociedad civil organizada y más comprometida con la educación, se levantan voces alentadoras que promueven el mejoramiento salarial y social del magisterio, que merecen ser escuchadas, aceptadas y debidamente respondidas por quienes toman decisiones educativas.
El reconocimiento institucional de la profesión alude a su principal respaldo y marco referencial de exigencia y afirmación. La educación efectiva se debe al quehacer de la profesión docente, a su trabajo, dedicación y compromiso en las aulas. La profesión constituye, de alguna manera, la mayor reserva moral y técnico-pedagógica y humana de la educación del país. Pero mientras la sociedad exige calidad a la educación, paradójicamente, sus principales mediadores no reciben el respaldo, apoyo y reconocimiento debidos. Queda, así, entrampada la calidad educativa entre una pobre calidad de vida del magisterio y la ausencia crónica de políticas y voluntad de fortalecimiento de la profesión docente.
La Profesión Docente merece articular todos esos componentes, entre los que la Formación se constituye en su centralidad. Es vital la comprensión integral que el país tenga sobre esta integralidad. La historia educativa ha fijado la atención en alguna de sus componentes sin atender el resto, lo que explica el fracaso obtenido en su tratamiento. Este cuadro sistémico comprende, entre otros, estos componentes que, a su vez, se comportan como nudos críticos: El Continuum de la Formación Docente, el Tratamiento Profesional, Reconocimiento Institucional, Reconocimiento Social, Reconocimiento Salarial y Beneficios Sociales, entre otros. Cualquier intervención en uno de ellos, sin tomar en cuenta el resto, tiene pobres resultados. La formación constituye el pivote fundamental en torno al cual giran el resto de componentes. Los esfuerzos actuales que de la Educación Básica y Media en la formación son importantes, pero reclaman sistematicidad, continuidad, seguimiento y reconocimiento. En tanto esta formación se fundamente en el desarrollo de la capacidad reflexiva, crítica y de innovación, se pueden esperar mejores resultados en el aprendizaje de los alumnos.
El reconocimiento social de la profesión representa un ángulo de gran relevancia para que el magisterio se sienta aceptado, reconocido, legitimado y respaldado. El país, con sus instituciones y organismos, aún no logra reaccionar mostrando una actitud comprometida con el fortalecimiento de esta profesión, prerrequisito fundamental para que, la lucha por la calidad se concrete. Desde la sociedad civil organizada y más comprometida con la educación, se levantan voces alentadoras que promueven el mejoramiento salarial y social del magisterio, que merecen ser escuchadas, aceptadas y debidamente respondidas por quienes toman decisiones educativas.
El reconocimiento institucional de la profesión alude a su principal respaldo y marco referencial de exigencia y afirmación. La educación efectiva se debe al quehacer de la profesión docente, a su trabajo, dedicación y compromiso en las aulas. La profesión constituye, de alguna manera, la mayor reserva moral y técnico-pedagógica y humana de la educación del país. Pero mientras la sociedad exige calidad a la educación, paradójicamente, sus principales mediadores no reciben el respaldo, apoyo y reconocimiento debidos. Queda, así, entrampada la calidad educativa entre una pobre calidad de vida del magisterio y la ausencia crónica de políticas y voluntad de fortalecimiento de la profesión docente.
Recuperado de: http://www.elnuevodiario.com.ni/opinion/87744
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